martes, 5 de octubre de 2010

La oveja negra


Hace tiempo que no pongo esto al día... ¡ya va siendo hora!

Tras la larga travesía por el desierto que significa para los rallyes el verano llegan las citas asturianas del nacional de asfalto: Príncipe y Llanes.

Voy a hablaros de mis experiencias con la segunda.

El Villa de Llanes es una de las citas más carismáticas del calendario y a un pasito de casa. Pero es el rally que tiene el honor de llevarse toda mi mala suerte, y es que si no es por una cosa o por otra, nunca me sale como yo quiero.

Al principio, ir al Llanes era imposible por tema de logística: iba a los rallys en bicicleta y era imposible, no sólo por lejanía si no también que el tren no llegaba a tiempo y había muy pocos con lo que dependía demasiado de él. Cuando el ir en coche ya no era problema empecé a ver, año tras año, que Llanes era un calvario.

Es el rally al que más veces he ido en solitario y más veces he tenido que improvisar plan por circunstancias que han ido surgiendo. También hay muchas anécdotas como aquella vez que, en un recóndito lugar sin cobertura estuve a punto de perder las llaves del coche e iba solo... O cómo por una razón o por otra me he tenido que perder medio rally y, deprisa y corriendo ir para ver los tramos vespertinos y claro, sin preparar nada y llegando tarde, todo sale mal: aparcas lejos, no ves nada, estás solo, hace mal tiempo... en fin, lo de siempre.

El colmo llegó este año, cuando a lo anterior se unió el gafe. Decidí ir a la asistencia y, carpa a la que me arrimaba, abandono de sus inquilinos, no uno ni dos, si no que hasta cinco coches quedaron allí tirados tras recibir mi visita... Buffff...

Supongo que no siempre se tiene la suerte de cara, pero es que lo mio con este rally es de juzgado de guardia y empieza a ser un asunto personal, ¿el año que viene? Ya veremos, pero con estos precedentes...

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